La rebelión Bóxer y la política exterior de Cipriano Castro. Dos ejemplos de antiimperialismo a comienzos del siglo XX

Resumen
A finales del siglo XIX y comienzos del XX, se está llevando a cabo una carrera por el reparto del mundo entre las grandes potencias capitalistas. Así, Asia, África y América Latina son las áreas de disputa y reparto de las potencias europeas, que en el último tramo del siglo XIX vieron el surgimiento de dos nuevos competidores: Estados Unidos y Japón. Pero será precisamente en América y Asia donde surjan las primeras voces que enfrenten al imperialismo de forma contundente; concretamente desde China, a través de la rebelión de los bóxers, y Venezuela, a través de la política exterior de su presidente Cipriano Castro. Cada país reaccionó ante el imperialismo de forma totalmente acorde a su cultura, pero ambos casos constituyeron las primeras reacciones nacionalistas en países sometidos hasta ese momento de forma sumisa la dominación colonial o semi colonial. Aunque muy diferentes entre sí, China y Venezuela llevaron a cabo reacciones que por primera vez pusieron a las grandes potencias frente al hecho palpable de que su dominación sobre el mundo no podría durar mucho tiempo más, y que fueron un precedente para los futuros movimientos de descolonización, liberación nacional y resistencia a la dominación en todas sus formas.

Palabras clave: Bloqueo 1902, Cipriano Castro, China, Imperialismo, Nacionalismo, Rebelión Bóxer, Venezuela.

Abstract
In the late nineteenth century and early twentieth century, it is conducting a race for the division of the world among the great capitalist powers. Thus, Asia, Africa and Latin America are areas of dispute and division of European powers, which in the latter part of the nineteenth century saw the emergence of two new competitors: the U.S. and Japan.  But it is precisely in America and Asia where arise first voices that strongly face to imperialism, particularly from China, through the Boxer Rebellion, and Venezuela, through foreign policy of its President Cipriano Castro. Each country reacted to imperialism very according to their cultures, but both cases were the first nationalist reactions in countries subject to date submissively the colonial and semi colonial domination. Although very different, China and Venezuela held responses to the great powers that for the first time put them in front of the palpable fact that their domination over the world could not last much longer and were a precedent for future decolonization movements, national liberation and resistance to domination in all its forms.


Keywords: Boxer Rebellion, Blockade of 1902, Cipriano Castro, China, Imperialism, Nationalism, Venezuela.

A modo de introducción: escenario internacional hacia 1899 – 1902 y las situaciones internas de China y Venezuela. 
Cuando el siglo XIX está a punto de finalizar, las potencias europeas se encuentran en una dura carrera por el reparto del mundo, ya sea en forma de colonias, protectorados o zonas de influencia. Esto para garantizarse el acceso a las materias primas que sus industrias necesitan, además de asegurarse mercados para sus manufacturas, espacio para invertir sus capitales y multiplicar sus ganancias; siendo así el imperialismo un efecto directo de la revolución industrial y el desarrollo del capitalismo. En consecuencia, para 1899 en África sólo quedaron independientes dos naciones (Liberia y Etiopía), en Asia siete (Afganistán, Arabia, China, Corea, el Imperio Otomano, Japón y Siam), aunque varias de ellas (como Afganistán, China, Corea y Siam) bajo nuevas formas de dominación indirecta a manos de una o más potencias, a la vez que en América existen colonias a la vieja usanza (como Canadá, Guyana o Trinidad) mientras que los nuevos países de América Latina son sometidos a la semi colonización de Estados Unidos y la renovada presión europea. Para complicar más la pugna entre las potencias, y aumentar la presión sobre las zonas que no han alcanzado el desarrollo industrial, nuevos poderes se alzaron en el último tercio del siglo XIX y entraron en competencia con los antiguos; estas potencias fueron Estados Unidos y Japón. Su surgimiento recrudeció la presión imperialista sobre dos regiones en particular: Asia Oriental y el Caribe. 
En Asia Oriental, China es el foco principal de la repartición entre las potencias a nivel regional. Desde las guerras del opio, a comienzos de siglo, China se ha visto semi colonizada por las potencias occidentales, repartida en zonas de influencia, mutilada territorialmente en sus periferias, humillada en términos jurídicos y culturales mientras la dinastía Qing parece incapaz de defender el país, oprimiendo al pueblo chino y frustrando sus intentos de cambiar la situación, como el de la Rebelión Taiping, ocurrida entre 1851 – 1864, y muchas otras. La situación china es en extremo compleja, puesto que después ser la mayor potencia de Asia y creerse incluso el centro del mundo, las dos guerras del opio (1839 – 1842 y 1856 – 1860) contra Gran Bretaña y Francia, la despiertan de su sueño aislacionista y la confrontan con la superior tecnología de Occidente y su voraz apetito de materias primas y mercados. China queda bajo las obligaciones de varios tratados comerciales desiguales que merman su soberanía al poner sus aduanas bajo control de las potencias y darle a los extranjeros el beneficio de la extraterritorialidad judicial. Además de esta opresión económica, China enfrenta la lenta erosión de su territorio a manos de las potencias, en menos de un siglo el imperio pierde Hong Kong a manos de Gran Bretaña, vastas regiones de Manchuria y Asia Central a manos de Rusia, el dominio sobre Indochina a manos de Francia (tras la Guerra Franco-China de 1884 – 1885), y Taiwán y el dominio sobre Corea a manos de Japón (tras la Guerra Sino-Japonesa de 1894 – 1895).  
Sin embargo, China no sólo enfrenta la amenaza externa, sino también divisiones internas. Primeramente debido al carácter extranjero de la gobernante dinastía Qing, que no era propiamente china, sino manchú. Esta dinastía perdió toda credibilidad y apoyo del pueblo chino por su corrupción y su actitud débil frente a las grandes potencias, actitud que quedó demostrada cuando unió sus fuerzas con ellas para ahogar en sangre la Rebelión Taiping. Para 1899 eran cada vez más lo que se manifestaban en contra de la dinastía Qing, bien fueran minorías étnicas en rebelión armada, grupos que buscaban el reemplazo de los Qing por una nueva dinastía de origen chino o movimientos republicanos que buscaban el fin del sistema imperial. Como contrapartida, después de la derrota ante Japón en 1895, que estremeció a China a nivel psicológico al mostrarle como su pequeño y hasta entonces inferior vecino la había superado gracias la modernización y la imitación de Occidente, surgió un movimiento reformista en la corte imperial, que buscó transformar poco a poco a China en una monarquía parlamentaria de carácter moderno, tal como se estaba haciendo en Japón. Este pequeño movimiento fue encabezado por el Emperador Guangxu y el ministro Li Hongzhang, que emprendieron un tímido programa de modernización denominado después como “Reforma de los Cien Días”. 
Sin embargo, la propia incapacidad del Emperador y su carácter débil, la excesiva moderación de Li, la continuación de la actitud débil frente a las potencias (entre 1895 y 1899 fueron entregados nuevos territorios y concesiones a Rusia, Alemania, Francia y Gran Bretaña), condenaron el experimento político que era, quizás, la última esperanza de la dinastía Qing y el sistema imperial. En 1899 la tía de Guangxu, la Emperatriz viuda Cixi, que había sido una auténtica sombra tras el trono, dio un golpe de Estado, confinó a Guangxu en palacio, disminuyó los poderes de Li y estableció una ciega política neo conservadora, caracterizada por una cada vez mayor corrupción de los funcionarios y una política sumisa frente a las potencias. El sistema imperial quedaba así condenado y sólo la opción de la rebelión armada de sociedades secretas, o de los movimientos republicanos representaba opciones viables para el cambio en China. Sería la primera opción la que aparecería en 1899, cuando los Yihétuán o “Puños Rectos y Armoniosos” (llamados Bóxers o “boxeadores” por los occidentales) protagonizarán la que quizá haya sido la primera manifestación antiimperialista de Asia y del mundo. Para entender mejor esto debemos retroceder muchos siglos en la historia china. En el gigante asiático las rebeliones campesinas y de sociedades secretas fueron una constante en la política, que llegó al nivel de tradición. Todas las grandes dinastías chinas cayeron o por invasión de sus enemigos nómadas del norte o por  rebeliones campesinas y de sociedades secretas. La última vez que China había sido liberada de una ocupación extranjera fue en el siglo XIV, cuando una sociedad secreta, la de los Turbantes Amarillos, acaudilló el descontento popular, expulsó a los mongoles y de entre sus líderes salió el fundador de la dinastía Ming, considerada por muchos como la última legítima dinastía china y la más gloriosa. Así que no es extraño que para 1899 una sociedad secreta de carácter xenófobo protagonizara la escena política en el país. Después de todo, los comunistas triunfaron en China gracias al decisivo apoyo del campesinado y a estrategias de clandestinidad tomadas de las sociedades secretas, mientras que las conocidas mafias chinas de las Tríadas, comenzaron su vida como movimientos clandestinos anti manchú y leales a los Ming… 
Al otro lado del mundo, en Venezuela, el siglo XIX había sido uno de traumáticas y constantes luchas por el poder, guerras civiles, atraso tecnológico y económico, y estancamiento demográfico. El país había comenzado su andadura definitiva como país independiente en 1830, y rápidamente quedó gobernado por la cúpula militar y terrateniente heredera de la independencia. Esta cúpula pronto se dividió en dos, la facción menos favorecida abrazó el federalismo y el liberalismo como banderas políticas y unió fuerzas con los grupos sociales menos favorecidos; así Venezuela cayó en el espiral de la guerra civil. La más importante de todas, fue la Guerra Federal (1859 – 1863) y concluyó con la práctica eliminación del Partido Conservador y el total dominio de Venezuela por el Partido Liberal. 
Aunque a esta guerra le siguió un período de relativa tranquilidad bajo el liderazgo de Antonio Guzmán Blanco, las rebeliones y guerras nunca desaparecieron del todo. Eso sí, la época del Guzmanato fue la de los primeros intentos de Venezuela por articularse en el sistema capitalista mundial a través de la modernización tecnológica, la entrada de capitales extranjeros y la exportaciones de café. Guzmán Blanco permitió la entrada en Venezuela de capitales ingleses, franceses, alemanes, holandeses y norteamericanos con la esperanza de que la modernización a nivel técnico sacara al país del atraso y la pobreza. Pero la idea no dio los frutos esperados y el país caribeño pronto terminó siendo semi colonizado por estas potencias. Aunque la historiografía venezolana nunca habla de “semi colonialismo” en sus relaciones con las grandes potencias entre 1870 y 1914, resulta evidente que se trató de eso la interacción de Caracas y las grandes poderes mundiales, pues la relación resulta análoga a la mantenida por otros países del mundo a los que se les reconoce hoy en día como países que fueron satelizados por el imperialismo. Mientras que en China aplicó la extraterritorialidad para los europeos y norteamericanos, las aduanas fueron puestas bajo control extranjero y el país fue dividido en diferentes zonas de influencia de las potencias, Venezuela vivió un desordenado plan ferroviario que respondía a los intereses de las potencias constructoras y no del país, cosa que se manifiesta por la nula interconexión de las líneas entre sí, siendo incluso construidas con ancho de vías diferente, lo que imposibilitaba la creación de una red ferroviaria única en Venezuela… una muestra simple de cómo el país estaba siendo dividido en áreas de influencia.
El país también padeció los terribles efectos de la división interna. En Venezuela prácticamente se hizo rutina el clima de agitación y de guerra, clima que a su vez era utilizado por la potencias de forma sagaz. Muchas veces Estados Unidos, Gran Bretaña, Holanda o Francia reclamaron al Gobierno de turno inmensas cantidades de dinero como indemnización por los daños sufridos por sus ciudadanos y bienes en Venezuela durante los conflictos. Estas reclamaciones eran tremendamente exageradas y se extendían bajo amenaza de acciones armadas. Cuando el mandatario de turno en Caracas aceptaba, no había problema y la rutina continuaba hasta la próxima guerra civil o la siguiente reclamación, y si el mandatario de turno complacía a las potencias estás podían darle cierto apoyo contra sus enemigos internos. No muy diferente a cuando la dinastía Qing unió sus fuerzas con Gran Bretaña y Francia para combatir a los Taiping… pero si el gobernante en Caracas mostraba más carácter y determinación, como Guzmán Blanco, Joaquín Crespo o luego Cipriano Castro, las potencias podían recurrir a diversas formas y grados de acción hostil, como financiar opositores armados y refugiarlos en sus posesiones coloniales adyacentes, recurrir al sabotaje de la economía nacional mediante sus poderosas compañías y casas de comercialización, y, si todo lo demás no daba resultado, podían recurrir a una intimidación más directa, como enviar barcos de guerra a merodear en los puertos venezolanos… Esa era pues la llamada “Diplomacia de las Cañoneras” y tanto China como Venezuela la sufrieron, si acaso con matices diferentes. Venezuela, al igual que China o que cualquier país satelizado por el imperialismo se vio bajo amenazas de mutilación territorial. Justamente es en 1899, a pocas semanas de la llegada de Castro a Caracas, cuando se consuma la mayor usurpación territorial de la historia nacional: el Laudo Arbitral de París falla a favor de Gran Bretaña en la disputa por el Territorio del Esequibo. Mientras China perdía Taiwán y la hegemonía sobre Corea tras una dura derrota militar, Venezuela perdía más de 150.000 km2 sin disparar un tiro, al ser representada por EE.UU. ante un tribunal parcializado y ante la indiferencia del incapaz gobierno de Ignacio Andrade, pero ya un nuevo caudillo se acercaba a Caracas: Cipriano Castro. Esta era pues la situación de Venezuela en vísperas de la llegada de Castro al poder; un país pobre, atrasado tecnológicamente, subordinado económicamente a las grandes potencias y dependiente de su exportación de café, con una clase política desacreditada y agotada, y en plena desintegración del poder central ante caudillos regionales y con un clima de eterna guerra civil.
Al exponer todo esto, hemos podido mostrar de cierta manera cómo funcionaba el imperialismo sobre China y Venezuela a finales del siglo XIX y como era la rutina política en ambos países. Ambos sufrieron considerables mutilaciones territoriales, ambos sufrieron opresión y satelización económica, gobiernos corruptos que prefirieron aliarse al imperialismo y un clima de progresiva desintegración interna y descomposición del poder, que también terminaba beneficiando al imperialismo, pues si China no pudo hacer frente a Japón en 1894 – 95, ni a las demás potencias antes; ni Venezuela pudo hacer frente a la usurpación territorial británica en Guayana, fue en gran medida debido a la desintegración interna. 
Ahora bien, es preciso tomar en cuenta varias diferencias de la dinámica imperialista sobre China y sobre Venezuela. En primer lugar, mientras que China era un “blanco imperialista de primer orden”, es decir, despertaba las apetencias de muchas potencias y provocaba pugna por su dominio, debido a sus casi infinitos recursos e inmensa población, esto causaba que por lo menos cuatro potencias consideraran a China como uno de sus primeros objetivos imperiales, a saber: Rusia, Japón, Gran Bretaña y Estados Unidos. Mientras que Venezuela era más bien un “blanco imperialista secundario”, ya que no ofrecía demasiados recursos ni demasiada población como mercado, además de que los conflictos internos la hacían riesgosa para el capital extranjero. En realidad no hubo una competencia por dominar Venezuela sino hasta los últimos años del siglo XIX, cuando Estados Unidos se sintió lo suficientemente fuerte como para ver hacia Sudamérica y buscar imponer también ahí la Doctrina Monroe, y esto, sin embargo, de forma limitada. Estados Unidos sólo actuó cuando las potencias europeas se mostraron en exceso agresivas o cuando pretendieron hacer de Venezuela una colonia formal, como en 1899 o 1902. Una segunda diferencia entre el caso chino y el venezolano está en la cuestión cultural; China era una nación imperial, centro de su propio universo cultural, que había sido derribada y humillada por naciones a las que consideraba inferiores, el sector más conservador de su clase gobernante seguía creyendo ciegamente en la superioridad de la civilización china y la raza amarilla, mientras que los sectores populares veían más como demonios y menos como humanos a los occidentales. En el caso venezolano, la clase gobernante e intelectual en gran medida creía y practicaba los mismos valores de sus enemigos imperialistas, creían en el progreso, leían sobre Darwin, practicaban el positivismo y veían en las naciones imperialistas europeas más un modelo a imitar que un enemigo a destruir. En tercer lugar, la manera de hacer política en China y la manera de hacer política en Venezuela, y toda Latinoamérica, eran bien distintas. Mientras que en China la forma clásica para que la población manifestara su descontento era que el campesinado, y en parte la población de las ciudades, se reuniera bajo una sociedad secreta, que pasara de la conspiración clandestina a la insurrección armada arrasando todo a su paso, derrocando a la dinastía, fuera esta nacional o extranjera, e imponiendo una nueva que restaurara el orden y recuperara “El Mandato del Cielo”; en Venezuela la población más desfavorecida y descontenta sólo conocía una manera de actuar: unirse bajo el mando de un caudillo carismático que tuviera un proyecto que los favoreciera, entonces llevarlo al poder y esperar que cumpliera su palabra. Eso explica por qué en China el imperialismo fue desafiado por una sociedad secreta de artistas marciales xenófobos y en Venezuela por un caudillo carismático nacionalista. 

El camino al poder de los bóxers y Castro. Trayectoria de colisión con el imperialismo
No conocemos con exactitud cuándo comenzó a existir la sociedad secreta de los bóxers, pero si existen indicios de que comenzaron como una rama de la Sociedad del Loto Blanco, otra legendaria sociedad secreta de la historia china. “Bóxers” fue el nombre dado por los occidentales (específicamente por los ingleses) debido a sus rituales de artes marciales. Tampoco sabemos con exactitud cuándo empezó a existir este grupo, pero hay autores que afirman que ya existían en el siglo XVIII y que ellos presionaron al gobierno imperial para expulsar a los jesuitas del país (Bodin, 1983: 3). Los miembros de esta peculiar sociedad secreta se llamaron a sí mismos Yihétuán (Puños Rectos y Armoniosos), y su ideología era casi más mágico-religiosa que política. Para ellos los occidentales no eran sólo extranjeros que oprimían y explotaban China, sino que eran auténticos demonios, encarnaciones del mal, mientras que se los Yihétuán eran, para sí mismos, poco menos que elegidos de los antiguos dioses chinos para liberar el país y devolverlo al orden. 
Como se dejó ver antes, la filosofía política china tradicional establecía que el Emperador no era un Dios viviente, sino un “hijo del Cielo”, y esto en términos adoptivos. El Emperador debía mediar entre el Cielo y la Tierra para bien del país y su pueblo; así se ganaba y mantenía el “Mandato del Cielo”, es decir, la legitimidad celestial para su gobierno y el de su dinastía. Si el imperio caía en el desorden, si había rebeliones, malas cosechas, desbordamientos de ríos, invasiones, hambrunas y demás problemas, significaba que el Emperador, y su dinastía, eran incapaces e indignos del gobernar, por lo que habían perdido el mandato celestial. Para corregir tal situación, el pueblo, liderado quizá por una sociedad secreta, debía alzarse contra la dinastía, derrocarla y reemplazarla por otra, al tiempo que expulsaba a los extranjeros. Justamente antes de 1899 China manifestaba todos estos síntomas, y los bóxers se plantearon expulsar a los extranjeros del país, y derrocar la dinastía Qing si era preciso. Es importante aclarar que para los bóxers existían también dos clases secundarias de “demonios”, los chinos convertidos al cristianismo y los que trabajaban para los occidentales en cualquier forma. Es decir, los bóxers no sólo emprendieron una lucha contra el imperialismo en términos modernos, ni tampoco una lucha de liberación nacional, sino más bien una guerra religiosa o de choque de civilizaciones (Huntington, 1997). Así, por ejemplo, afirmaban que las órdenes religiosas cristianas que hacían vida en China no recogían huérfanos por caridad, sino para matarlos y beber su sangre. Afirmaban también que las armas occidentales eran impuras, y por eso no las usaban, y que los verdaderos creyentes Yihétuán recibirían protección divina contra estas armas, siendo invulnerables a ellas. Está demás decir que los Yihétuán luchaban con las manos desnudas o con armas tradicionales chinas (Bodin, 1983: 4).
La entrada de los Yihétuán en la historia mundial se produjo de forma abrupta en 1899, cuando comenzaron sus ataques a cristianos chinos. El primer incidente registrado se dio en la costera provincia de Shandong, donde reclamaron la restitución de un antiguo templo chino a su culto tradicional, pues ahora era utilizado como iglesia cristiana. Las autoridades locales fallaron en la disputa a favor de los cristianos y esto detonó la situación. Durante todo el año se sucedieron violentas muertes de cristianos chinos, incendios de iglesias y enfrentamientos con las autoridades imperiales. Destacan las acciones de 17 de septiembre, cuando muchos cristianos chinos fueron asesinados en Shandong; las del 9 de octubre, cuando los Yihétuán enfrentaron a fuerzas imperiales; o la de 31 de diciembre, cuando el misionero anglicano S. M. Brooks fue asesinado. Fue ahí cuando los bóxers saltaron a la fama, pues Brooks fue su primera víctima occidental registrada, y este asesinato levantó grandes protestas entre los diplomáticos extranjeros acreditados en China. Es necesario explicar que por aquellos días, todas las zonas costeras y urbanas de China estaban repletas de occidentales: diplomáticos, soldados en las bases militares extranjeras, comerciantes, misioneros, periodistas, asesores técnicos y militares del gobierno, empleados de ferrocarriles y puertos, aventureros de toda clase… y gracias a nuevas tecnologías como el telégrafo y los barcos de vapor, noticias como esa podían llegar a Europa y Estados Unidos en pocos días, mientras que podían extenderse por China en horas incluso. Para complicar más las cosas, si del lado chino existían prejuicios, xenofobia y racismo, del lado occidental no faltaban. El pensamiento europeo de la época era que la raza amarilla era inferior, que la civilización china estaba moribunda y que los chinos, y más tarde japoneses, constituían el llamado “Peligro Amarillo” que el mundo blanco y cristiano debía enfrentar unido (Asomura, 1997). Así que el nuevo asesinato de un misionero occidental despertó temor e indignación entre los occidentales residentes en China y enseguida las embajadas de las potencias europeas y de Estados Unidos presionaron al Gobierno Imperial para que tomara cartas en el asunto. 
Pero las presiones sobre la Emperatriz Cixi por parte de los occidentales, y el hecho de que los bóxers pasaran a acciones más decididas sobre los extranjeros, jugaron en contra de los intereses de las potencias. Cixi pareció simpatizar con los Yihétuán, le ordenó a todas las fuerzas del orden que no interfirieran con sus actividades, removió de sus cargos a los funcionarios anti-Yihétuán y pro occidentales y a partir del 11 de enero de 1900 dictó una serie de edictos en los que declaraba que las sociedades secretas no eran grupos delictivos sino parte integral de la cultura china, al igual que las artes marciales, por lo que el Gobierno Imperial no podía suprimirlas ni actuar contra sus miembros o practicantes. Con estas acciones, Cixi le daba prácticamente luz verde a todas las actividades de los bóxers al hacerles entender que las mismas no serían castigadas, y que ellos estarían amparados por la benevolente indiferencia del gobierno. Cixi pensó que quizá los Yihétuán liberarían China de los occidentales sin tener que arriesgarse ella misma, y con ella la dinastía e incluso el sistema imperial, a un nuevo enfrentamiento con las potencias. Además, probablemente Cixi sintió que de no tomar partido por los bóxers, estos podrían transformarse en una rebelión a gran escala que derrocara a la dinastía manchú. 
La nueva actitud de Cixi no tardó en estimular a los Yihétuán; el 28 de mayo de ese año estalló una nueva oleada de asesinatos y disturbios cerca de Pekín, el 31 las embajadas occidentales fueron reforzadas con soldados llegados desde las bases en la costa ante la complicación de la situación y el rumor de que un gran número de bóxers avanzaba hacia la ciudad. Entre el 9 y 10 de junio los diplomáticos y muchos otros occidentales se encierran en sus embajadas, se ven a las fuerzas imperiales colaborando abiertamente con los bóxers, y estos últimos cortan las comunicaciones telegráficas y ferroviarias de la capital. Para el 13, una gran fuerza de bóxers entró en Pekín, quemó varias iglesias, destruyó muchos comercios de occidentales y emprendió la acción definitiva de esta sociedad secreta, aquella que los hizo saltar a la primera plana de los diarios de buena parte del mundo y que les dio su lugar en la historia: el asedio a las embajadas occidentales en Pekín, punto culminante de su lucha contra el imperialismo en China. 
Mientras estos acontecimientos se daban en China, en Venezuela, el débil gobierno de Ignacio Andrade enfrentaba múltiples amenazas, internas y externas. En el frente externo, el gobierno de Andrade fue incapaz de defender los intereses de Venezuela en el proceso arbitral por la disputa del Territorio del Esequibo con Gran Bretaña, proceso que terminaría desfavorablemente para el país latinoamericano en 1899. En lo interno, tenemos que Andrade había alcanzado el poder en 1897 gracias al apoyo de Joaquín Crespo, último gran líder y caudillo liberal, auténtico amo de Venezuela tras la definitiva partida de Antonio Guzmán Blanco. Andrade, sin embargo, no tenía el arrastre ni el apoyo de su protector, lo que se hizo evidente en el gran número de alzamientos y rebeliones que tuvo que enfrentar, la mayoría liderados por José Manuel Hernández, comúnmente conocido como “El Mocho”. Este caudillo lideró la llamada Revolución de Queipa, que desconocía los resultados electorales de 1897, y que se desarrolló en la primera mitad de 1898. Combatiendo a esta rebelión, Joaquín Crespo murió y dejó a Andrade sin protección real; el camino parecía abierto para que nuevos líderes buscaran la conquista del poder… ese caudillo sería Cipriano Castro. 
Cipriano Castro nació en 1858 en el pueblo de Capacho Viejo, en lo profundo de los Andes venezolanos, no lejos de la frontera con Colombia. Nacido en una familia de mediana posición, tuvo acceso a una educación de calidad, cursó estudios en San Cristóbal, y luego en Pamplona, Colombia. Pronto dejó los estudios formales para dedicarse a la política y tuvo la influencia decisiva del movimiento liberal colombiano. Para 1899 Castro ya es un político destacado en los Andes, así como un líder militar y revolucionario curtido en varias batallas y rebeliones; dando inicio el 23 de mayo de 1899 a la llamada Revolución Liberal Restauradora, que sería la última guerra civil del siglo XIX venezolano. “La Libertadora”, como se le llamó de forma abreviada, se basaba en una restauración de los valores y principios originales del liberalismo, así como una restauración en sí del Estado. Castro entró a Caracas el 23 de octubre del mismo año, marcando el fin de la primera fase de la revolución. El caudillo andino triunfó más por sus propuestas y su capacidad de liderazgo que por sus estrategias o poder militar, ya que la guerra librada por Castro no fue ni tan larga ni tan sangrienta como las anteriores, debido a la poca resistencia ofrecida por el gobierno, ya que muchos de sus funcionarios y líderes se pasaron al bando castrista. Sin embargo, con el triunfo de 1899, Castro sólo comenzaba sus luchas.
Castro asumió la presidencia provisional entre 1899 y 1901, y a partir de ese año fue Presidente Constitucional. Castro, hombre de campo, profundamente convencido de sus ideales nacionalistas y liberales, pronto chocó con la naciente burguesía caraqueña, aliada del capital extranjero, y acostumbrada a manejar a los gobiernos de turno desde la época de Guzmán Blanco. No en vano su lema era “Nuevos hombres, nuevas ideas, nuevos procedimientos”. El conflicto comenzó en el propio año de 1899, cuando Castro, viendo la caótica situación de las finanzas públicas, le solicita un gran préstamo al Banco de Venezuela, cuyo dueño y director era el acaudalado banquero Manuel Antonio Matos. Matos era concuñado de Guzmán Blanco, se había educado en Europa y Estados Unidos, había ejercido importantes cargos públicos hasta el gobierno anterior de Andrade, era quizá el hombre más pudiente de Venezuela, siendo un verdadero “caudillo económico” con un poder que traspasaba las fronteras nacionales. Castro y Matos eran polos opuestos, uno era un hombre de campo que ascendió gracias a su carisma y éxitos militares, era nacionalista y obstinado; el otro era un experto capitalista que encarnaba a la nueva burguesía venezolana, era más bien cosmopolita y estaba acostumbrado a comprar el poder. Cuando Matos se negó a conceder el crédito solicitado por el gobierno, todos los banqueros del país lo siguieron y Castro, furioso, los encarceló. Aunque no duraron mucho tras las rejas, el enfrentamiento ya estaba decidido. Por otra parte, Castro pronto chocó también con las grandes compañías transnacionales que operaban en Venezuela al limitar su poder y revocar incluso varias de las concesiones otorgadas por los gobiernos anteriores. Así sumó más fuerzas a la causa contraria. Además, Castro intervino de forma indirecta en la llamada Guerra de los Mil Días en la vecina Colombia, que enfrentaba a los conservadores con sus amigos liberales, a quienes les había prometido ayuda desde antes de llegar al poder. Esta intervención llegó a tener el objetivo de restaurar la Gran Colombia y poner al frente de ella al propio Castro, contando con el apoyo decidido del gobierno ecuatoriano, del gobierno nicaragüense y del líder liberal colombiano Rafael Uribe Uribe. Esta intervención costó cara a Castro, pues tuvo que hacer frente a un breve conflicto con Colombia, que quedó en tablas, y aumentó los recelos hacia él de las grandes potencias (“Cipriano Castro y la Gran Colombia” en http://vidales.tripod.com/cipriano.htm, revisado en febrero de 2011). 
La guerra contra Matos comenzó pronto, ya en 1901 el banquero usó sus contactos y sus intereses comunes con la New York and Bermúdez Company, la Orinoco Steamship, la Compañía del Ferrocarril Alemán y la Compañía del Cable Francés, para la creación de un poderoso ejército bien armado. Para 1902, Matos ya contaba con unos 50.000 hombres, pertrechados con equipo de última tecnología e incluso contaba con barcos de vapor. Así pudo dar inicio a la “Revolución Libertadora” que sería la última guerra civil en Venezuela. La guerra llegó a casi todos los rincones del país, desestabilizándolo por completo, ante la expectante mirada de la clase burguesa y de las grandes potencias, que esperaban la victoria de Matos para instalar un gobierno proclive a sus intereses. Sin embargo, las habilidades militares de Juan Vicente Gómez, mejor amigo, compadre, mano derecha de Castro y comandante de sus fuerzas militares, así como la dispersión y división de las tropas de Matos, evitaron la caída del gobierno y permitieron su victoria. Entre el 12 de octubre y el 2 de noviembre de 1902 se desarrolla en La Victoria la mayor batalla de la historia de Venezuela, cuando 14.000 soldados de Matos son derrotados por 8.000 del gobierno, aún cuando los primeros cuentan con mejor armamento además de superioridad numérica. El triunfo castrista prácticamente liquida a la Revolución Libertadora, Matos se ve obligado a huir a Curazao, mientras que sus fuerzas se dividen y dispersan siendo cazadas una a una por Gómez. Parecía que Castro y su programa de política dura frente a burgueses y compañías extranjeras había prevalecido, pero el imperialismo golpearía al gobierno de Castro desde afuera, ya que desde adentro no había podido derrocarlo. 
Los bóxers y Castro enfrentan al imperialismo
Para el 16 de junio todos los diplomáticos occidentales de Pekín, y muchos cristianos chinos, se han refugiado en la zona de las embajadas o en Pei T´ang. Tres días después, el Gobierno imperial, sintiéndose dueño de la situación, les extiende un ultimátum a todos los diplomáticos occidentales para que abandonen Pekín en un plazo de 24 horas, dándoles un salvoconducto hasta Tianjin, y declarando que después de expirar el plazo, el Gobierno imperial no se haría responsable por su seguridad. Al día siguiente (20 de junio), los bóxers asesinan al embajador alemán, el Barón Klemens Von Ketteler, y desatan el primero de muchos asaltos sobre las posiciones fortificadas de los occidentales. Estos hechos hacen que Gran Bretaña, Japón, Francia, Rusia, Alemania, Italia, Estados Unidos y Austria-Hungría declaren la guerra a China, formándose así la llamada “Alianza de las Ocho Naciones”. El asedio sobre las embajadas duró hasta agosto, siendo muy sangriento, y estando la victoria varias veces al alcance de los bóxers y las fuerzas imperiales chinas. 
La respuesta de las Ocho Naciones no se hizo esperar, en julio desembarcó en Tianjin un ejército de combinado de 5.000 chinos contrarios a los bóxers, 20.840 japoneses, 13.150 rusos, 12.020 británicos, 3.520 franceses, 3.420 estadounidenses, 900 alemanes, 80 italianos y 300 austro-húngaros, dirigidos por el general británico Alfred Gaselee. Esta fuerza multinacional logró el completo control de Tianjin el 4 de agosto, después de derrotar y neutralizar a sus enemigos y parte de la flota china. Ese mismo día inició su marcha a Pekín, a donde llegó el 14, tras pequeñas escaramuzas en el camino y pocas bajas. Antes de la llegada de la fuerza multinacional a Pekín, la familia y la corte imperial huyeron a Xi’an, dejando la capital en confusión y caos. La fuerza multinacional saqueó toda la ciudad, incluidas partes de la Ciudad Prohibida. Aunque los bóxers lucharon con valor en cada calle, la superior disciplina y tecnología de los occidentales prevaleció y la rebelión fue ahogada en sangre. Particularmente violentos fueron los soldados alemanes, que por orden explícita del Káiser realizaron grandes matanzas y saqueos, para “hacer que la palabra “alemán” sea recordada en China durante mil años, de manera que ningún chino vuelva a atreverse siquiera a mirar mal a un alemán”. En la represión, los soldados de la coalición no respetaron nada, ni diferenciaron entre bóxers y no bóxers. 
Por fin las hostilidades terminaron el 7 de septiembre de 1901, cuando el Gobierno imperial capituló y aceptó firmar el Tratado de Xinchou, más conocido como el “Protocolo Bóxer” (“Boxer Protocol” (n.d.) extraído el 6 de abril de 2009 desde http://www.china1900.info/ereignisse/boxerprotokoll.htm), que no fue más que un nuevo tratado desigual con la coalición vencedora. Así, la dinastía Qing traicionó a los Yihétuán, a los que había pretendido utilizar como peones. Después de 1901 los bóxers casi desaparecieron de la historia, pero la dinastía Qing quedó condenada a caer, pues esta fue la última afrenta que el pueblo chino le permitió a la monarquía. Es interesante destacar que la Alianza de las Ocho Naciones fue la primera fuerza multinacional de la historia, la primera que actuó en nombre de varias potencias, que dejando atrás sus diferencias y rivalidades, lucharon juntas en una zona complicada para imponer sus intereses comunes. 
El Protocolo Bóxer impuso a China la ejecución de 10 oficiales implicados en la rebelión, el pago de 330 millones de dólares a las Ocho Naciones a lo largo de 40 años como indemnización de guerra, la concesión de nuevos derechos y privilegios comerciales e incluso la construcción de un monumento al embajador alemán asesinado y una declaración formal del Gobierno imperial lamentando su muerte. China fue humillada por completo, pero la rebelión de los Yihétuán dejó una huella indeleble. 
Pocos meses después de la firma del Protocolo Bóxer, en Venezuela Cipriano Castro hizo frente a sus mayores desafíos. Poco tiempo tuvo Casto para saborear la victoria de octubre-noviembre de 1902, pues el 7 de diciembre comenzó el ataque contra Venezuela por parte de las flotas de Gran Bretaña, Alemania e Italia. Ese día, varios barcos de guerra venezolanos fueron atacados en altamar por la flota combinada, que contaba con unos 15 buques. El día 9 los anglo-germanos asaltaron el puerto de La Guaira, desembarcando tropas en los muelles y tomando la ciudad. Ante esta agresión, que no fue antecedida por declaración de guerra, ultimátum o advertencia de ningún tipo, en clara violación del derecho internacional de la época, Cipriano Castro pronunció su célebre proclama, de la cual presentamos algunos fragmentos:
“¡Venezolanos!
La planta insolente del Extranjero ha profanado el sagrado suelo de la Patria!
Un hecho insólito en la historia de las Naciones cultas, sin precedentes, sin posible justificación, hecho bárbaro, porque atenta contra los más rudimentarios principios del Derecho de Gentes; hecho innoble, porque es fruto del contubernio inmoral y cobarde de la fuerza y la alevosía, es el hecho que acaban de realizar en  la rada de La Guaira, hace pocos momentos las escuadras alemanas e inglesa…
… El duelo es desigual porque el atentado ha sido consumado por las dos naciones más poderosas de Europa contra este nuestro país que apenas convalece de largos y dolorosos quebrantos… …Pero la justicia está de nuestra parte, y el Dios de las Naciones que inspiró a Bolívar y a la pléyade de héroes que el acompañaron… …será el que en estos momentos decisivos para la vida de nuestra nacionalidad, nos inspire en la lucha, nos aliente en el sacrificio y nos asista en la obra también magna de consolidar la Independencia Nacional. Por mi parte, estoy dispuesto a sacrificarlo todo en el altar augusto de la Patria…” (Bolívar, 2009: 79 - 80)
El 10 de diciembre dos cañoneros más de Venezuela son hundidos después de ser capturados y remolcados a altamar por los británicos, en Trinidad otro barco venezolano es apresado y obligado a navegar con pabellón británico, mientras que en Guanta los alemanes apresan un cuarto buque. Horas antes, el personal diplomático británico y alemán fue puesto a resguardo en las naves de sus países, y entre el 12 y 13 son atacadas las fortificaciones costeras de Puerto Cabello, al tiempo que Italia une dos buques a la flota agresora y Países Bajos, Bélgica, España y México declaran su apoyo a los atacantes y exigen también el pago de lo que se les adeuda. El 22 de diciembre los británicos anuncian que declaran un bloqueo total de las costas orientales y centrales de Venezuela, dejando el bloqueo de las occidentales a los alemanes. Dos días después, los alemanes atacan las defensas costeras de Maracaibo. 
La agresión extranjera desata una ola de protestas en todo el país, así como también se dispara el apoyo a Castro, incluso por parte de viejos enemigos, como el “Mocho” Hernández, a lo que Castro responde liberando a viejos adversarios políticos que se unen a sus filas para luchar contra la agresión. El apoyo al Castro, a su Gobierno y a Venezuela también llega desde el exterior, destacando la declaración oficial del canciller argentino, Luis María Drago, señalando la ilegalidad del cobro compulsivo de deudas mediante acciones armadas a naciones pobres y débiles, por parte de naciones ricas y poderosas. Esto sería la base para la posteriormente conocida como “Doctrina Drago”. Aún en el siguiente año las agresiones continuaron, pues entre el 17 y el 20 de enero dos barcos alemanes intentan penetrar en el puerto de Maracaibo pero son rechazados por la artillería costera con graves daños para uno de ellos.  
Desde el propio comienzo de la crisis, el embajador de Estados Unidos, Herbert W. Bowen, se ofrece como mediador entre las potencias reclamantes y Venezuela, esto motivado por varias razones, siendo la más importante que el gobierno norteamericano se vio obligado a hacer valer la Doctrina Monroe, seguida por el hecho de que ni las potencias europeas ni Castro estaban ya dispuestos a negociar directamente. El gobierno de Teodoro Roosevelt presionó fuertemente a Gran Bretaña, Alemania e Italia, logrando para finales de enero y comienzos de febrero que las potencias agresoras se retiraran de Venezuela y el establecimiento de negociaciones en Washington, donde Venezuela fue representada por el Sr. Bowen. Obviamente la mediación estadounidense era totalmente interesada y lesiva para Venezuela. Las negociaciones en Washington, como era de esperarse, sólo produjeron más perjuicios contra el país caribeño, esta vez en la forma de varios Protocolos en los que Caracas tuvo que aceptar onerosas y humillantes condiciones (www.haguejusticeportal.net). Pese a la valentía de su Gobierno, la resistencia de su pueblo y el apoyo moral de otros latinoamericanos, Venezuela había sido humillada de nuevo, representada por un diplomático norteamericano, vulnerada en su soberanía y expoliada económicamente. 

Conclusión: China y Venezuela después del desafío al imperialismo. El legado
Ciertamente China y Venezuela desafiaron al imperialismo a comienzos del siglo XX, y fueron duramente castigadas por su “osadía”. Desde luego, China y Venezuela desafiaron de formas particulares y distintas al imperialismo, por lo que el desarrollo de los acontecimientos fue diferente en ambos países, así como el discurso esgrimido por los que desafiaron a las potencias; aunque el resultado final no fue tan diferente: una acción violenta contra las fuerzas insurgentes seguida por un instrumento jurídico legitimador de la expoliación; lo cual nos muestra la universalidad del fenómeno del imperialismo en la época y la uniformidad de sus métodos. No importa que se impusiera a venezolanos, chinos o zulúes, el imperialismo era el mismo en Latinoamérica, Asia o África. 
Aunque en China y Venezuela haya un operado un solo imperialismo, en China y Venezuela se dieron anti imperialismos diferentes, lo cual no debe dejarse sin analizar. Mientras que en China la reacción contra la penetración imperialista fue ultraconservadora y exaltó lo más puro y antiguo de la civilización china, pues fue protagonizada por una sociedad secreta de artistas marciales; la respuesta venezolana fue parcialmente tradicional, al ser dirigida por un caudillo, y parcialmente moderna, al buscar este la modernización técnica y la reforma política de su país. Mientras que China plantó cara al imperialismo provocando un choque de civilizaciones, Venezuela no tuvo oportunidad de hacerlo porque pertenecía a la misma civilización de sus enemigos, lo que la debilitaba internamente desde el comienzo. Este factor, el de la diferencia cultural, fue determinante en el desarrollo de ambos procesos. Mientras que en China la acción insurgente contra el imperialismo fue bastante violenta, y la respuesta imperialista aún más todavía; en el caso venezolano la violencia fue mucho menor. Mientras que los bóxers llamaban “demonios” a los extranjeros que asesinaban, Cipriano Castro prohibió represalias contra los civiles de los países atacantes residentes en Venezuela y constantemente apeló a valores como el honor y el respeto (Bolívar, 2009: 119 – 120), hablando así, de alguna manera, el mismo idioma político que sus contrincantes. En síntesis, en el caso de los bóxers la nación oprimida plateó una lucha de civilizaciones contra las potencias, por lo que fue una guerra de exterminio; mientras que en el caso de Cipriano Castro, se trató de una nación oprimida que pertenecía a la misma de las potencias, aunque respondió al imperialismo con valores típicos de su cultura. 
Quizá el gran punto en común, a nivel ideológico de los procesos chino y venezolano, fue que ambas naciones apelaron a lo más puro de sus culturas para desafiar al sistema: China lo hizo con artistas marciales, y Venezuela con un grupo de guerreros campesinos llevados al poder por un caudillo. Otra similitud de ambos procesos a nivel ideológico, es que fueron movimientos puramente nacionalistas, poco vinculados a ideas de tipo económico-social sino vagamente. Aunque tanto los bóxers como Castro fueron sensibles a la realidad de los menos favorecidos y fueron enemigos de las clases dominantes de sus países, nunca tuvieron como idea fundamental de sus proyectos una revolución o cambio brusco del sistema político y socioeconómico de sus naciones, sino que por el contrario en uno u otro momento pactaron o intentaron pactar con el sistema establecido. En aquellos años, China y Venezuela aún no recibían un influjo masivo y determinante de ideas políticas de contenido social más modernas, como el socialismo. En ese sentido, fueron reacciones primitivas, ideológicamente hablando, porque cuestionaron la acción imperialista de las potencias contra sus países, pero no al sistema capitalista mundial, ni a la estructura socioeconómica interna dominante en ellos. 
Por otra parte, es importante analizar los acontecimientos en ambos países tras los sucesos relatados más arriba. Los mismos los podemos resumir así: en China el sofocamiento de la rebelión bóxer demostró que aferrarse tercamente a las tradiciones y no buscar la modernización, al menos en lo técnico, era un grave error; por lo que la voz de los pro modernización se hizo más fuerte. Además, también quedó demostrado que el sistema imperial no podía liberar a China de su penosa situación, además de que tras lo acontecido el pueblo chino quedó convencido del servilismo de la dinastía hacia los extranjeros y de su incapacidad para dar solución a los problemas del país, por lo que el movimiento republicano se fue haciendo cada vez más fuerte, hasta que en 1912 la dinastía fue derrocada y nació la república. Sin embargo, ese triunfo fue pronto opacado, pues el ex general imperial Yuan Shikai tomó el poder como dictador, convirtiéndose en el líder de un nuevo régimen sumiso al imperialismo hasta su muerte en 1916. China no tendría un gobierno verdaderamente anti imperialista, que defendiera su dignidad como nación, sino hasta 1949, cuando se fundó la República Popular China, tras el triunfo comunista en la guerra civil. Para inicios del siglo XXI, 100 años después, China era una de las principales economías del mundo, contaba con un poderío militar de primer orden que le daba proyección de poder a nivel mundial, mientras que las últimas secuelas colonialistas del “siglo de humillaciones” desaparecieron cuando Hong Kong fue devuelto por Gran Bretaña en 1997 y Macao por Portugal en 1999. Los bóxers quedaron inmortalizados en la historia china, siendo inspiración para el Movimiento del 4 de Mayo de 1919, para el Kuomintang y para el Partido Comunista Chino, como el primer ejemplo nacional de anti imperialismo. 
En Venezuela, la historia fue ligeramente diferente. Cipriano Castro conservó el poder hasta 1908, tiempo en el que siguió parando los abusos de las transnacionales europeas y norteamericanas, llegando incluso a llevar a juicio a la telegráfica francesa operante en el país por haber cortado las comunicaciones durante la crisis de 1902. Sin embargo, cuando Castro tuvo que ir a Europa debido a sus enfermedades, el poder le fue arrebatado por su antiguo lugarteniente, mejor general y compadre, Juan Vicente Gómez. Como Yuan Shikai en China, Gómez se plegó por completo al imperialismo, siendo un dócil siervo de las potencias en lo externo, y un fiero tirano en lo interno. Venezuela no volvería a tener un gobierno decididamente anti imperialista hasta 1999, con Hugo Chávez, que encontró al país en una caótica situación económica. Aún así, Castro fue y es hoy, inspiración para diversos movimientos y pensadores anti imperialistas en Venezuela y Latinoamérica.
Finalmente, resta preguntarse como son vistos ambos procesos en sus países. Resumidamente podemos decir que los bóxers en China son vistos como héroes nacionales, como valientes patriotas que lucharon por liberar el país del dominio extranjero, siendo su único y fatal error, no apostar por el derrocamiento de la dinastía Qing sino haber creído que podían pactar con ella. Los bóxers son casi objeto de culto en la China de comienzos del siglo XXI, siendo esta visión de amplia aceptación. Por otra parte, Cipriano Castro no goza de tal consenso positivo en Venezuela. Desde el propio gobierno de Gómez su figura empezó a ser deformada por la propaganda, acusándosele de ignorante, imprudente, adicto a la bebida y las orgías, irresponsable e incapaz como gobernante. Estas acusaciones contra Castro se mantuvieron durante todo el siglo XX y son todavía sostenidas por intelectuales e historiadores adversos a Hugo Chávez, pues la identificación y admiración de este último mandatario con su colega de hace un siglo es manifiesta. Resulta pues interesante como en China reinó siempre un consenso casi total favorable hacia los bóxers y como más de un siglo después la intelectualidad venezolana, en incluso el pueblo llano, siguen divididos respecto al juicio sobre Castro. Quizá esto no sea más que un reflejo del poderoso sentimiento nacionalista que siempre ha acompañado a los chinos como nación durante toda su historia, y de los debates político-existenciales que han estado presentes entre los venezolanos desde la independencia. Y tal vez este último factor sea determinante para explicar cómo es que a comienzos del siglo XX las situaciones de China y Venezuela eran tan parecidas, siendo quizá más difícil la de China, y cómo a comienzos del siglo XXI China ha logrado mejorar tanto y Venezuela tan poco si las comparamos. 

Fuentes primarias en digital

_ Protocolo Bóxer. 
Tomado de http://www.china1900.info/ereignisse/boxerprotokoll.htm el 16 de abril de 2009
_ Protocolo entre Alemania y Venezuela relativo al arreglo de las reclamaciones alemanas.
_ Protocolo entre Italia y Venezuela relativo al arreglo de las reclamaciones italianas.
_ Protocolo entre Gran Bretaña y Venezuela relativo al arreglo de las reclamaciones británicas y otros asuntos. 
_ Protocolo de Acuerdo entre los Estados Unidos de América y la República de Venezuela por presentación y arbitraje de las reclamaciones no resueltas contra Venezuela.
_Protocolos de Acuerdos entre Venezuela y Gran Bretaña, Alemania e Italia,
en los que Estados Unidos y otras potencias son partes, respecto a la referencia de la cuestión del trato preferencial de reclamos ante el Tribunal de La Haya:
1) Protocolo entre Gran Bretaña y Venezuela en referencia a determinadas cuestiones ante la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya.
2) Protocolo entre Italia y Venezuela en referencia a determinadas cuestiones ante la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya.
3) Protocolo entre Alemania y Venezuela en referencia a determinadas cuestiones ante la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya. 
 Tomado de: 
http://www.haguejusticeportal.net/eCache/DEF/11202.html?cx=010770440978184454129%3A80azzt4qhee&cof=FORID%3A10&ie=UTF-8&q=Venezuela+1903&siteurl=www.haguejusticeportal.net%2FeCache%2FDEF%2F8%2F620.html#976 
El 30 de enero de 2011. 

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