Bolívar y las independencias de Cuba y Puerto Rico, 1825 – 1827. Un acercamiento hermenéutico.
El
pensamiento bolivariano de unidad hispanoamericana contra la ex metrópoli
española, y de mutua defensa de la soberanía e independencia de las nuevas
repúblicas, es universalmente conocido. Muestras de ellos son documentos
célebres como la Carta de Jamaica, y hechos tan notorios como el Congreso
Anfictiónico de Panamá. En ese mismo sentido, las campañas militares de Bolívar
y su ejército sobre las actuales Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia
dejaron como legado la destrucción del poder colonial español en Sudamérica y
el inicio de la vida independiente de dichos países.
Este
pensamiento bolivariano tuvo un efecto que llegó mucho más allá de Sudamérica,
alcanzando con especial fuerza a Cuba, que junto con Puerto Rico constituían
las reliquias del poder colonial español en América a finales del siglo XIX.
José Martí, líder de la independencia cubana, se confesó ferviente admirador de
Bolívar, y con su pluma defendió la idea de la unidad de Cuba con el resto de
sus vecinos hispanoamericanos. En esa construcción geográfica, política e
ideológica que Martí llamó “Nuestra América”; tuvieron un papel importante los
planes que el Libertador supuestamente elaboró para expulsar a los españoles de
Cuba y Puerto Rico hacia 1825. Esos planes, que han sido marginados por la
historiografía tradicional venezolana, han sido más expuestos por los autores
cubanos, llegando hasta el siglo XXI.
Las
investigaciones realizadas, sin embargo; han mostrado más los planes del
Gobierno de la República de Colombia (1819 – 1830), para lanzar una expedición
militar sobre Cuba y Puerto Rico, que el pensamiento de Bolívar en sí. Se ha
entonces construido una verdadera leyenda historiográfica de cómo Bolívar
planeaba la liberación de las Antillas Españolas, pero que la oposición de
Estados Unidos y Gran Bretaña no se lo permitió.[1] Por
todo esto es pertinente preguntarse: ¿cuáles fueron las intenciones y planes de
Bolívar respecto a Cuba y Puerto Rico?... Y no nos referimos al pensamiento del
Libertador sobre este punto a lo largo de su vida – lo cual sería bastante
difícil de determinar –, sino en los años en los que más cerca estuvo de actuar
al respecto; es decir, entre 1825 y 1827, cuando Colombia contó con fuerzas
militares de mar y tierra capaces de hacer plantearse al Gobierno el llevar a
cabo la expulsión de los españoles del Caribe.
Los temores de Bolívar y la prioridad de la paz con España
Para contestar la
pregunta antes planteada, nos basaremos en algunos documentos emitidos por
Simón Bolívar en el período señalado. Estos son varias cartas dirigidas a
importantes líderes y funcionarios del país, así como una serie de decretos
sancionados a finales de 1826. Para abordar estos documentos nos valdremos de
la hermenéutica. En consecuencia, los interpretaremos para tratar de responder
la interrogante expresada más arriba.
La primera de las cartas
seleccionadas para este estudio, la dirigió el Libertador al vicepresidente
Santander desde Arequipa (Perú), el 20 de mayo de 1825. En ella expresó:
“No se olvide Vd.
Jamás de las tres advertencias políticas que me he atrevido a hacerle: primera,
que no nos conviene admitir en la liga al Río de la Plata; segunda, a los
Estados Unidos de América, y tercera no libertar a La Habana. Estos tres puntos
me parecen de la mayor importancia, pues creo que nuestra liga puede mantenerse
perfectamente sin tocar a los extremos del Sur y del Norte: y sin el
establecimiento de una nueva república de Haití. Los españoles, para nosotros,
ya no son peligrosos, en tanto que los ingleses lo son mucho, porque son
omnipotentes; y por lo mismo, terribles. Con respecto a La Habana nos conviene
decir a España, que si no hace la paz, pronto estará privada de sus dos grandes
islas. Ya he dicho a usted antes esto mismo; y lo repito por si acaso no ha
llegado a manos de usted mi carta. El general Sucre tiene muchas ganas de que
se verifique la expedición, pero yo no he podido verlo aún para explicarle mis
ideas. Luego que se tome el Callao, que será en todo agosto, mandaré al Istmo
tres mil soldados del Sur de las tropas de Colombia. Antes me lo hago, porque
no sé si usted estará pronto en el Istmo, y porque la escuadra que debe
conducirlos está bloqueando el Callao.”[2]
Es preciso
recordar brevemente el contexto. En mayo de 1825 ya las fuerzas del Ejército
Libertador Unido habían vencido a los españoles en la Batalla de Ayacucho (9 de
diciembre de 1824), culminando la guerra en Perú y quedando sólo en poder
realista la Fortaleza del Real Felipe, en el Callao. En paralelo, el Gobierno
de Colombia se ocupaba de las gestiones para reunir la Asamblea del Istmo, en
la que los representantes de las nuevas repúblicas hispanoamericanas se
sentarían a decidir el futuro del continente; y preparaba en secreto una fuerza
naval en Cartagena para libertar Cuba y Puerto Rico, inquietando a Estados
Unidos y Gran Bretaña.
Respecto a este primer documento, queda claro el
pensamiento de Bolívar: ordena a Santander no atacar Cuba y Puerto Rico, teme que
Cuba se convierta en un nuevo Haití, y dispone amenazar a España con un ataque
a las dos islas a menos que la misma reconozca la independencia de Colombia.
Ahora bien, ¿qué quiso decir Bolívar con que Cuba se convirtiese en un nuevo
Haití?... Para 1825 Haití estaba en total aislamiento internacional; ningún país
reconocía a su Gobierno, había reforzado la enemistad de las potencias europeas
y de Estados Unidos al conquistar la parte española de la isla en 1821, y
además Francia amenazaba con invadirlo y someterlo de nuevo a su poder. Haití
había sido escenario de muchas matanzas de blancos, desapareciendo casi toda la
población no negra antes de 1820. Incluso Bolívar y Santander coincidían en no
aceptar la solicitud de alianza y ayuda que había hecho Haití por temor a
Francia, aun recordando la ayuda suministrada por el presidente haitiano
Alexandre Petión en 1816. Cuba por su parte tenía una inmensa cantidad de
esclavos negros trabajando en las plantaciones de azúcar de la isla, lo cual
podría originar rebeliones masivas en caso de un ataque colombiano. Estos
temores constituían una de las causas para la oposición de Estados Unidos y
Gran Bretaña a los planes colombianos, y también estaban en la mente de
Bolívar.
Es un
hecho conocido que a mediados de la década de 1820, el pensamiento de Bolívar
se había vuelto más conservador, llegando a defender la idea de una presidencia
mucho más fuerte – vitalicia incluso –, un senado vitalicio, reforzamiento del
poder central y precaución con la subida de las clases más bajas al poder; lo
que él mismo llamó “pardocracia”. El texto seleccionado condensa muy bien el
temor de Bolívar a la conflictividad social y racial. Lo había vivido y sufrido
en 1812, con la rebelión de esclavos en Barlovento contra la Primera República;
en 1814, cuando los llaneros pardos de Boves arrasaron la Segunda República en
Venezuela; y lo había observado de cerca en Haití. En el momento en que
escribió la carta, temía además entorpecer las relaciones de Colombia con
Estados Unidos y Gran Bretaña. También puede interpretarse en Bolívar un deseo
mayor de que España reconociese la independencia de Colombia, que el de seguir
luchando, y menos aún en un territorio que podía llegar a ser un nuevo Haití,
según sus temores.
El siguiente
documento seleccionado es la carta dirigida por Bolívar al general Pedro
Briceño Méndez y a Pedro Gual, delegados de Colombia en la Asamblea del Istmo.
Esa misiva fue escrita en Lima el 11 de agosto de 1826, y tuvo como objetivo
expresar sus propuestas con la finalidad de salvar las negociaciones y lograr
los objetivos internacionales de la República.
“Después de escrita la anterior del 8 he estado meditando con mucha
atención sobre la liga federal y la liga militar que proponen algunos de los
Estados de América. Pienso que la primera no será más que nominal, pues un
pacto con un mundo entero viene a ser nulo en la realidad; por lo mismo, ya que
los mexicanos quieren una liga militar, yo soy de opinión de que la formemos
entre Colombia, Guatemala y México, que son los únicos Estados que temen
ataques por parte del Norte (…) debe
contener las siguientes estipulaciones:
1º Que se le dé a España un plazo de tres o cuatro
meses para que decida si prefiere la continuación de la guerra a la paz.
2º En estos cuatro meses ha de verificarse el
armamento y reunión de la escuadra y ejército federal o de la liga, como lo
quieran llamar.
3º El ejército no bajará de 25.000 hombres; y la
escuadra de treinta buques de guerra. Estos serán cuatro navíos de línea, ocho
grandes fragatas, ocho fragatas menores y el resto entre corbetas, bergantines
y goletas (…)
6º Este plan se fundará: 1º defender cualquiera parte
de nuestras costas que sea atacada por los españoles o nuestros enemigos; 2º
expedicionar contra La Habana y Puerto Rico; 3º marchar a España con mayores
fuerzas, después de la toma de Puerto Rico y Cuba, si para entonces no
quisieren la paz los españoles (…)
También creo que el ejército no debe bajar de 20.000
hombres y la escuadra debe ser igual, por lo menos, a la de los españoles de
América, siempre con la idea ostensible de tomar La Habana y Puerto Rico. Me
extenderé aún: si en el tratado salimos perjudicados por la desproporción del
contingente, debemos sufrirla para no encontrarnos solos en esta lucha; pues al
cabo Colombia sola tendrá que combatir (…)”[3]
En todo el texto se puede percibir
la gran preocupación del Libertador por la seguridad de Colombia. Ante todo le
preocupa que Colombia pueda luchar sola, sin ningún tipo de ayuda, contra
España. Es por ello que está dispuesto a aceptar una mayor cuota en hombres y
dinero para Colombia, siempre y cuando la alianza continental se mantenga. Por
otra parte, aparece de nuevo el pensamiento en Bolívar de buscar primero la paz
con España; y sólo si España siguiera empecinada en continuar la lucha,
proceder al ataque sobre Cuba y Puerto Rico.
Los decretos sobre la marina,
1826 - 1827
A finales del año 1826 Bolívar había
regresado a Colombia desde el Perú. Lo había traído de vuelta el movimiento
separatista venezolano de La Cosiata. Por primera vez Simón Bolívar se
encargaría realmente del gobierno del país, del cual se había ocupado el
vicepresidente Santander, mientras Bolívar atendía la liberación del centro de
Venezuela y de Quito entre 1821 y 1822; y a partir de 1823 la larga campaña
peruana. El retorno del Libertador coincidía también con la quiebra de la casa Goldschmidt,
principal prestamista de la República, lo cual había dejado a Colombia
prácticamente en la bancarrota de la noche a la mañana. En paralelo, la
Asamblea del Istmo no había dado el resultado esperado por Bolívar, España
continuaba decidida a seguir luchando y las diferencias entre las facciones se
acentuaban, teniendo como uno de los puntos principales la intención de Bolívar
de derogar la constitución de 1821 e imponer la boliviana, redactada por él
mismo en 1825. Es en este contexto de aguda crisis económica, de esforzada
negociación entre las partes, que el Libertador sanciona los siguientes
decretos:
“Simón
Bolívar, Libertador Presidente, etc.
Habiéndose admitido la
renuncia hecha por el actual Secretario de Marina, y considerando ser de
absoluta necesidad el economizar todos aquellos gastos que pueden evitarse, sin
perjuicio del servicio público, he venido en decretar lo que sigue:
Artículo 1º La Secretaría de Marina quedará
reunida de nuevo a la de Guerra, y se desempeñará por el que obtenga ésta.
Artículo 2º La Secretaría
de Marina queda reducida a una sola mesa a cargo del Oficial Mayor, y con los
escribientes necesarios; ellos serán elegidos entre los actuales por el
Secretario, y los demás cesarán en sus destinos, luego que el mismo Secretario
lo estime conveniente según la disminución de los negocios.
El Secretario de Estado
del Despacho del Interior queda encargado de la ejecución de este decreto.
Dado en el Palacio de
Gobierno en Bogotá, a 24 de noviembre de 1826. – Simón Bolívar.
El Secretario de Estado
del Despacho del Interior. – José M. Restrepo.”[4]
Es preciso explicar al lector que
entre finales de 1825 y comienzos de 1826 la Secretaría de Marina había sido
separada de la de Guerra, estando al frente de la misma el general Lino de
Clemente, y luego el general Carlos Soublette, quien también se desempeñaba
como Secretario de Guerra, pero manejaba aparte cada oficina. La separación de
las dos secretarías estuvo dentro las medidas tomadas por el vicepresidente
Santander para fortalecer la Armada, y en directa relación con los preparativos
de un ataque naval sobre Cuba y Puerto Rico. Como se ve en este decreto, Bolívar decidió
volver a fusionar ambas secretarías por razones presupuestarias. Continuemos
con el próximo decreto:
“Simón Bolívar, Libertador Presidente, etc.
Convencido de que el
estado de penurias a que ha llegado el tesoro nacional ha conducido a la
República hasta el punto de peligrar su crédito y aun su existencia misma; y
considerando que no queda otro medio de salvarla que vigorizar la
administración en todos sus ramos y reducir los gastos públicos a los
absolutamente indispensables, he venido en disponer y dispongo lo siguiente en
uso de las facultades extraordinarias de que se ha revestido al Poder Ejecutivo
por su decreto de 23 del corriente.
1º Que se supriman las
comandancias generales de los Departamentos de Boyacá y Azuay y sus estados
mayores y se reúnen en una mismas persona la intendencia y la autoridad
superior militar en cada uno de dichos departamentos, con un ayudante que sirva
su Secretaría en el ramo de guerra.
2º Que asimismo se
supriman las comandancias de armas de Pamplona, Socorro, Tunja, Neiva,
Antioquia, Mariquita, Buenaventura, Imbabura, Loja, Manabí, Veraguas y Mompós.
3º Que todos los
generales, coroneles y oficiales que estuvieren de cuartel, o que no estén en
destinos efectivos, y los que quedaren sin los que sirven actualmente en virtud
de la supresión de mandos, se consideren en uso de licencia temporal, sin goce
de sueldo alguno, hasta que las circunstancias varíen y sin derecho a
reclamarlo.
4º Que todas las
pensiones de retiros queden suspendidas del mismo modo, y sólo se paguen los
inválidos.
5º Que sean preferidos
para la provisión de todos los destinos civiles y de hacienda los militares que
en virtud de este decreto quedan sin goce de pagas, y entre éstos los más
dignos por sus servicios, méritos y acreditado buen proceder.
6º Que en los cuerpos que
existan en el interior se hagan todas las reducciones de fuerza que sea
posible, sin comprometer la seguridad del país, exceptuándose sólo el batallón
Yaguachi, que subsistirá en el pie en que se halla, y los cuerpos de
caballería.
7º Que se supriman las
maestranzas de Bogotá y Quito, dejándose sólo los oficiales de armería muy
necesarios para la conservación de los parques y reposición del armamento.
8º El Secretario de
Estado y del Despacho de la Guerra queda encargado de la ejecución de todas
estas disposiciones y de comunicar al efecto las órdenes correspondientes.
Dado, firmado de mi mano
y refrendado por el infrascrito Secretario, en el Palacio de Gobierno en
Bogotá, a 24 de noviembre de 1826 – 16º - Simón Bolívar.
Por Su Excelencia, C. Soublette.”[5]
Este
decreto, como se puede observar fácilmente, comprende una reducción
significativa de las fuerzas armadas, tanto de tierra como de mar. Sin embargo,
la reducción del pie de fuerza en el ejército fue mucho menor que la reducción
de buques y personal que se llevó a cabo en la armada. Veamos los siguientes
decretos para poder interpretarlos todos en su conjunto:
“Decreto
Simón Bolívar Presidente
de la República, &, &, &
En atención al estado presente (en que se halla) del erario
nacional que puede causar la ruina de la marina de la República y, deseoso de
(repararlo para cubrir) economizar los gastos en favor del crédito público y
demás cargas indispensables de la Nación, (y considerando que necesidad
– [roto] – los gastos públicos) he venido en decretar y decreto lo siguiente
en uso de las facultades extraordinarias de que me hallo revestido (de poder
ejecutivo) por el decreto de esta (del
corriente) fecha.
Art. 1°. Que los
departamentos marítimos 2° y 3° quedan en calidad de tales con los comandantes
generales y mayores que hoy tienen subsistirán en el pie que actualmente tienen
según Ley.
Art. 2°. Que los departamentos marítimos 1° y 4° se reducirán a
apostaderos de marina, quedando de comandante de dicho apostadero de ellos los
que eran de los departamentos permaneciendo y que subsistirán también en
Maracaibo en Barrancas en el Orinoco, los apostaderos de marina que había.
Art. 3°. Que los buques de guerra de la República se desarmen
salvo las fragatas Colombia y Cundinamarca, corbeta Ceres, goleta Guayaquileña,
General Manrique, General Padilla, e Independencia, Telégrafo y Rafaelito se
conservarán armados y de resto ningún otro.
Art.
4°. Que los enseres de los buques que se desarme que pongan en [ilegible] en los almacenes del Estado entregándose
dichos almacenes con todos los efectos que contengan así como los arsenales a
los intendentes (departamentales) por inventario formal firmado por los
Comandantes de los Departamentos, Vuestra Señoría, sus mayores y el oficial u
oficiales que los tenían a su cargo.
Los intendentes conservarán los empleados absolutamente
necesarios para la conservación y cuidado de dichos almacenes oído el informe
del Comandante General de Marina.
Art. 5°. Que todos los generales, capitanes de navío y fragata,
y demás oficiales que no queden en destinos efectivos en los arsenales,
apostaderos y buques de que hablan los artículos 1°, 2° y 3° así quedaren en
virtud de la supresión de mandos se considerarán como usando de licencia
temporal sin sueldo alguno hasta que las
circunstancias varíen y sin derecho a reclamarlos después.
Art. 6°. Que la tropa de Infantería de Marina quedará a órdenes
de los Comandantes Generales de los departamentos para que las destinen en las
guarniciones de los puertos y arsenales, y estén prontas a embarcarse en los
buques que el gobierno tuviese a bien disponer que se armen.
Art. 7°. Que los comandantes de los apostaderos desempeñarán a
un mismo tiempo los empleados de comandantes y ayudantes de órdenes en sus
respectivos apostaderos con el sueldo que señala a sus graduaciones el decreto
Ejecutivo de 7 de septiembre último, y la ley de 14 de octubre de 1825 teniendo
con un secretario y dos escribientes para sus oficinas, y sus mayores generales
tendrán el sueldo de su grado y con dos escribientes, para el servicio de la
suya.
Art. 8°. Que los comandantes de los departamentos 2° y 3°
continuarán disfrutando los sueldos y gratificaciones que le señala el decreto
de 7 de septiembre último, y la ley de 14 de octubre de 1825 teniendo con un
secretario y dos escribientes para sus oficinas, y sus mayores generales
tendrán el sueldo de su grado y con dos escribientes, para el servicio de la
suya.
Art.
9°. Que las escuelas náuticas seguirán como hasta aquí y que los aspirantes de
marina que se desembarquen continuasen repasando los estudios que hicieron en
la Academia con asistencia diaria a ella hasta que haya algún buque de guerra,
corsario o mercante donde se embarquen con conocimiento del Comandante del
Departamento o apostadero, del director y maestro de la Escuela, debiendo el
director ayudar al maestro en la instrucción de dichos aspirantes, dando a los
demás aprovechando algunas nociones sublimes en el pilotaje y maniobra con
especialidad en las estibas y táctica naval.
Art. 10°. Que [roto] los capitanes de puerto sirven sus
respectivos empleados sin sueldo alguno del Estado y con sólo las obtenciones
de sus destinos servirán dichos empleados con sólo la mitad de su sueldo de su
grado militar y todas las obtenciones correspondientes a dichos destinos.
Art. 11°. Que las fragatas Colombia y Cundinamarca podrán (se
ofrecen al comercio [ilegible y roto] para que las emplee en hacer el corso contra
los enemigos, en inteligencia que el gobierno las entregará con su armamento,
municiones y aparejos completo de todo, y será de cuenta de los armadores, los
sueldos, gratificaciones y mantención de los oficiales y marinería que se
embarquen en ella, bajos las circunstancias que para los jefes y oficiales que
deban dotarlas, se preferirá a los de la Marina Nacional: y la sociedad o
compañía que la tome dará una fianza que cubra el valor de dichos buques.
Si dichos buques no pudiesen tomarse bajo medio se conservarán
desarmados y muy cuidados en Cartagena.
Art. 12°. Que la corbeta Ceres que partió del 3° para el 2° Departamento
conduciendo al Escuadrón de Granaderos, y luego que llegue a dicho puerto,
recibirá la orden que convenga.
Art. 13°. Que la goleta Guayaquileña, General Manrique,
Independencia, y General Padilla, estén prontas para el destino que el gobierno
tuviese a bien darles, así como los pailebote Independiente, Telégrafo y
Rafaelito y que los correos Rosa y Atrevida, continúen como hasta aquí en su
destino.
Art. 14°. Que los buques correos, y los demás que se determinen
a su servicio, no tendrán más dotación que un oficial de Marina Nacional, y
diez hombres de contramaestre y paje, de tropas y marinería [roto].
Bogotá
24 de noviembre de 1826. 16°. S. Bolívar por mandato de Su Excelencia. Lino de
Clemente.”[6]
“República de Colombia
Secretaría de Marina. Sección
Primera
Palacio del Gobierno en Bogotá, a [en
blanco] de diciembre de 1826. 16º
S.E. el Libertador Presidente de la República, en atención a la
escasez del erario nacional y deseoso de cortar los gatos públicos,
aprovechando la oportunidad que brinda el descalabro que ha sufrido la escuadra
española, se ha servido disponer entre otras cosas por su decreto de 24 del
próximo pasado noviembre lo siguiente:
Art. 1º Que los departamentos marítimos 1º y 4º queden
reducidos a la clase de apostaderos, subsistiendo de comandantes de ellos los
mismos jefes que mandaban dichos departamentos.
Art. 2º Que desde el día en que se reciba esta orden en el
tercer departamento se empiece y verifique a la mayor brevedad el desarme de
todos los bajeles de guerra surtos en el puerto de Cartagena, a excepción de la
corbeta Ceres, y goletas Manrique, Rosa y Atrevida.
Art. 3º Que del mismo modo se desarmen en el segundo
departamento todos los bajeles de guerra, a excepción de la goleta
Independencia, y los pailebotes Telégrafo y Rafaelito.
Art. 4º Que los pertrechos de los buques que se desarmen se
depositen en almacenes, con la debida separación si fuese posible, y
clasificando con tarjetas todos los enseres.
Art. 5º Que los Intendentes de los departamentos se hagan cargo
de estos pertrechos, con presencia del inventario de cada buque y la debida
constancia de entrega, firmada por el Contador, oficial de detall, y visto
bueno del Comandante del bajel; para cuyo efecto se observará la prevención en
el reglamento de 30 de octubre de 1822 que organizó la parte administrativa de
marina. Pero que si creyesen conveniente a los intereses del Estado el emplear
en esta operación otros sujetos de su entera satisfacción, podrán verificarlo
bajo los requisitos prevenidos en dicho reglamento.
Art. 6º Que el almacén general, y todos los demás de marina,
sean también entregados a los Intendentes, con todos sus enseres bajo el
inventario firmado por los Mayores Generales, por los oficiales que los tenían
a su cargo, inspección e intervención y con el visto bueno de los Comandantes
de marina.
Art. 7º Que los Intendentes con previo informe de los
Comandantes de marina, conserven los empleados más idóneos para la debida
cuenta y razón, oreo y conservación de los pertrechos de los almacenes, según
se previene en el predicho reglamento, o destinen otros nuevos y de su
satisfacción si así lo estimaren más conveniente.
Art. 8º Que los Generales, jefes y oficiales que no queden en
destinos efectivos, en los departamentos, apostaderos, buques y arsenales, sean
considerados como usando de licencia temporal hasta que varíen las
circunstancias, sin sueldo alguno, y sin derecho a reclamarlo después.
Art. 9º Que las tropas de infantería de marina sean puestas a
las órdenes de los Comandantes generales de los departamentos territoriales,
quienes las emplearán en el servicio de las plazas, y franquearán a los
Comandantes de los departamentos o apostaderos de marina las que pidieran para
las guarniciones de los bajeles, arsenales y demás puestos de marina.
Art. 10. Que los Comandantes de los apostaderos además de sus
obligaciones de ordenanza desempeñen el cargo de Mayores u oficiales de
órdenes, con sólo el goce de sueldo señalado a sus graduaciones, y dos
escribientes para el despacho de sus oficinas.
Art. 11. Que los Comandantes del segundo y tercer departamento
de marina tengan para su oficina, además del Secretario, un escribiente, y los
Mayores generales para el servicio de la suya dos amanuenses solamente.
Art. 12. Que los aspirantes de marina que se desembarquen, sean
obligados a repasar sus estudios, y asistir diariamente a la Academia,
instruyéndolos en los principios teóricos de maniobra, estiba y táctica naval.
Art. 13. Que los Capitanes de los puertos queden con la mitad
del sueldo asignado por el decreto del Ejecutivo de 7 de septiembre último, a
su efectiva graduación militar, y con solas las observaciones que les señala la
ley de 1º de mayo del presente año.
Art. 14. Que la corbeta Ceres que debe transportar el escuadrón
de Granaderos, desde el puerto de Cartagena a Puerto Cabello, recibirá allí las
órdenes que convengan.
Art. 15. Que los buques que se emplean en el servicio de
Correos sean reducidos a la dotación personal de un oficial de guerra, algunos
aspirantes y diez hombres entre tropa y marinería.
Carlos Soublette”[7]
“Simón
Bolívar, Libertador Presidente, etc.
Consultando la economía
en los gastos públicos, tanto más necesaria cuanto es mayor el atraso de las
rentas, y de acuerdo con los decretos que al intento expedí últimamente en
Bogotá,
Decreto:
Artículo 1º Quedan
reunidos y bajo un solo Comandante el primero y el segundo Departamento de
Marina, y la Comandancia estará en Puerto Cabello.
Art. 2º En su
consecuencia, se reunirán en el Almacén de Marina de Puerto Cabello todos los
pertrechos navales y demás enseres que se encuentren en el que hay ahora en
Cumaná o en Margarita, o en cualquiera de las otras provincias comprendidas
bajo la sobredicha Comandancia General de Marina, exceptuando solamente lo que
sea indispensable para concluir el reparo de buques del Estado que se estén
reparando en puertos de los que antes comprendía el primer Departamento.
Art. 3º El General de
Brigada Agustín Armario queda nombrado Comandante del primero y segundo
Departamento así reunidos, y que desde hoy tomarán el nombre de primero, y
serán uno solo.
Art. 4º En todos los
demás puertos habilitados para el comercio extranjero de las provincias de
Guayana, Margarita, Barcelona, Caracas, Coro y Maracaibo, continuarán los
Capitanes de Puerto, sirviendo como hasta aquí la Comandancia accidental o
local de Marina en los casos en que ella sea necesaria.
Art. 5º Se suspenden en
cuanto sea contraria a este decreto la ley de 4 de octubre de 1821. – 11º y
posteriores.
Art. 6º Mi Secretaría
General queda encargada de comunicar este decreto.
Dado en el Cuartel
General Libertador en Caracas, a 13 de febrero de 1827. – 17º de la
Independencia. – Simón Bolívar. – Por el Libertador-Presidente, el Secretario
de Estado y General de Su Excelencia, J.R. Revenga.”[8]
Es necesario
explicar al lector el punto de los Departamentos de Marina. Tras la muerte del
Almirante Luis Brión en 1821, el Congreso General de Colombia dispuso eliminar
el cargo de almirante, y dividir el litoral y mares del país en cuatro
departamentos, para así organizar mejor la defensa naval. El Primero iría desde
el río Esequibo hasta Barlovento, teniendo su comandancia en Cumaná. El Segundo
abarcaría desde Barlovento hasta el Cabo de la Vela, en la península de la
Guajira, teniendo su comandancia en Puerto Cabello. El Tercero iría del Cabo de
la Vela hasta el río Culebra, en la frontera con Centroamérica, teniendo su
comandancia en Cartagena. Finalmente el Cuarto, tendría su comandancia en
Guayaquil y abarcaría toda la costa del Pacífico, desde la frontera con
Centroamérica hasta el río Guayas. Esta división conllevó a que cada
Departamento de Marina tuviese su propio comandante y desarrollase una escuadra
semi independiente.
Los
decretos del Libertador no sólo redujeron las dimensiones administrativas de la
armada, al reducir los Departamentos de Marina de cuatro a dos, sino su propia
capacidad de combate. En efecto, se procedió a la práctica disolución de la
escuadra al ordenar el desarme de los buques, almacenaje de los pertrechos y
licenciamiento temporal de oficiales y marineros. Ahora bien, ¿cómo estos
hechos se enlazan con la independencia de Cuba y Puerto Rico?... Aunque Bolívar
no era un marino, sino un militar de tierra; no necesitaba serlo para saber que
sin una escuadra adecuada sería imposible una operación militar de envergadura
sobre las Antillas Españolas. Podemos entonces interpretar que cuando el
Libertador tomó estas medidas, lógicamente estaba renunciando – al menos
temporalmente – a un ataque sobre las mencionadas islas. Eso nos lleva inevitablemente
a una pregunta: ¿por qué disminuyó la flota de una forma tan drástica? Esta
pregunta se hace tanto más interesante cuando se evidencia que el ejército no
fue objeto de un proceso tan radical.
Considerando
el contexto político y económico; resulta evidente la intención de Bolívar de
reducir el gasto público en las fuerzas armadas. Esta gravísima situación de
práctico colapso de las finanzas de la República, explicaría las drásticas
decisiones tomadas por el Libertador, pero solo en parte. En efecto, esta
reducción del poder naval echaba por tierra los proyectos respecto a Cuba y
Puerto Rico, comprometía seriamente la defensa marítima de la República y abría
el camino a los españoles para nuevos ataques sobre el litoral desde sus bases
en las islas mencionadas. Sin embargo, llama la atención que el ejército no fue
reducido en la misma proporción en que lo fue la armada, aun cuando generaba
más gastos, según se observa en las exposiciones de las secretarías de guerra y
marina presentadas al Congreso a comienzos de 1825.
¿Por
qué Bolívar no redujo el ejército en la misma proporción? La interpretación,
esclarecida con una revisión – al menos somera – del pensamiento de Bolívar nos
permite decir que existen varios factores que lo explican. En primera lugar, su
propia doctrina militar. El Libertador bebió en las fuentes del pensamiento
militar napoleónico, basado ante todo en la guerra terrestre. De esta forma,
Bolívar entendió poco la importancia del poder naval, lo que le llevó a
subestimar el rol que jugaba la armada en la defensa de Colombia. En segundo
lugar, Bolívar no tenía como prioridad pasar a la ofensiva y arrebatar las dos
islas a España, sino más bien obtener de su enemigo el reconocimiento de la
independencia nacional y la firma de la paz. Así, el ataque sobre Cuba y Puerto
Rico era más bien una amenaza lanzada sobre España para llevarla a concluir la
paz. Finalmente, en tercer y último lugar, tenemos que Bolívar pudo haberse
inclinado por disminuir la armada y no el ejército debido a que mientras la
primera no resultaba de utilidad para sostener su gobierno y sus proyectos
políticos, el segundo sí podía hacerlo. Además de esto, no se puede olvidar la
profunda conexión sentimental de Bolívar para con este cuerpo armado, del cual
nunca dejó de sentirse parte, y que defendió públicamente muchas veces, ante
las tentativas de las clases altas neogranadinas de reducir su poder y
someterlo a las leyes civiles. Todos estos elementos, considerados por separado
pudiesen no explicar de manera satisfactoria las decisiones de Bolívar, pero
interpretados en su conjunto, aportan una visión bastante lógica y verosímil.
Movimientos
vacilantes de 1827
En aparente contradicción con los
decretos presentados más arriba, tenemos una carta enviada por Bolívar a
Montilla y Padilla desde Caracas el 27 de enero de 1827. Cartas con la misma
idea fueron enviadas también a otros importantes generales del país, con
idéntico objetivo:
“Esta
mañana hemos tenido oficialmente la noticia de la guerra entre España y la Inglaterra
declarada por ésta, a consecuencia de que la España no ha querido reconocer la
constitución en Portugal, sembrando allí la discordia y los partidos. Esta
operación de parte de la Gran Bretaña va a tener por fruto el reconocimiento de
nuestra independencia. Es, pues, llegado el momento de que nosotros salgamos al
mar y llevemos la guerra a los españoles arrancándoles primero la isla de
Puerto Rico, que nos servirá de escala para ir a La Habana si acaso nos
conviene. Pero de todos modos yo estoy resuelto a hacer una expedición a
Puerto Rico que nos dará inmensas ventajas en el interior y exterior. Aunque
para esta empresa tendremos que hacer grandes gastos, la independencia de estas
islas nos dará los medios de indemnizarlos con inmensas ventajas. Desde ahora
pido a Vds. la remisión de los buques de guerra que existen en ese puerto, que
puedan marchar a la expedición, trayendo poca tripulación y mucha tropa; a lo
menos mil hombres. Para ello tomen Vds. todas las medidas conducentes, en la
inteligencia de que no debemos ahorrar sacrificios ni medidas, porque los
héroes cuando pelean "no reparan ni en mesas ni en castañas.”[9]
Menos
de un mes después de estos efervescentes planes, el Libertador escribió a Sucre
el 5 de febrero desde Caracas:
“Después de las primeras noticias que se han
recibido aquí sobre la guerra entre Inglaterra y España no hemos tenido ninguna
otra. Hemos sí visto algunos papeles públicos de aquellos días, y todos ellos
hablan de los negocios del Portugal en términos que no nos dejan duda alguna de
la guerra. Estos son, pues, los monumentos que debemos aprovechar para enviar
una expedición a Puerto Rico, que ya estoy preparando. Constará de 5 a 6.000
hombres, todos veteranos y mandados por el general Páez. Padilla mandará la
marina. Yo creo que poco nos costará apoderarnos de Puerto Rico. Después
veremos qué es lo que se puede hacer sobre La Habana.”[10]
No
obstante; una tajante contraorden fue enviada a los generales destacados en la
costa norte de la República, cuando el Libertador tuvo noticia de que el
conflicto entre Gran Bretaña y España había sido evitado. Canceló los planes
antes presentados al considerarlos inviables por no contar con el respaldo
británico, y juzgando insuficiente a la escuadra colombiana para enfrentar a la
española. En consecuencia, esta sería la última vez en la que el Libertador se
refiriera al asunto de Cuba y Puerto Rico. A finales del año 1827 tomó otra
decisión que anularía casi por completo toda posibilidad de una expedición a
las Antillas Españolas.
“El Senado y Cámara de Representantes de la
República de Colombia reunidos en Congreso.
Vista la comunicación del
Poder Ejecutivo fecha 17 de septiembre próximo pasado, y teniendo presente la
de 11 de enero de 1825, por las cuales solicita facultades para vender los
buques de la marina militar que no puedan mantenerse armados, o no sean
necesarios para el servicio público; y
Considerando:
1º Que el mal estado de
las rentas públicas no permite armar por ahora todos los buques de la marina
militar para que salgan a la mar a perseguir a los enemigos y a proteger
nuestro comercio.
2º Que entretanto estos
buques desarmados en nuestros puertos, no sólo causan gastos considerables,
sino que cada día se deterioran, y al fin podrían inutilizarse del todo;
Decretan:
Dado en Bogotá, a 2 de
octubre de 1827, 17. – El presidente del Senado, Pedro Briceño Méndez. – El
presidente de la Cámara de Representantes, José M. Ortega. – El secretario del
Senado, Luís Vargas Tejada. – El diputado secretario de la Cámara de
Representantes, Manuel B. Álvarez.”[11]
Evidentemente,
al liquidar buena parte de la escuadra, Bolívar abortaba definitivamente los
planes sobre Cuba y Puerto Rico. El año de 1828 trajo para Colombia los
problemas de la Gran Convención Nacional que se reuniría en Ocaña, la rebelión
del general Padilla en Cartagena, el atentado del 25 de septiembre y el inicio
de la guerra con Perú; por lo que la atención de Bolívar dejó de estar en la
guerra contra España.
Conclusiones
La
documentación presentada y analizada permite acercarnos a una interpretación
del pensamiento de Bolívar acerca de la independencia de Cuba y Puerto Rico,
que a su vez nos ayuda a explicar las acciones que llevó a cabo.
Es
claro que el Libertador tuvo temor de provocar masivas revueltas de esclavos en
Cuba y Puerto Rico, que pudieran degenerar en situaciones similares a las de
Haití, lo que a su vez podría tener un efecto en toda la cuenca del Caribe,
desde el sur de Estados Unidos hasta el territorio colombiano, donde no se
había terminado de resolver el problema de la manumisión o abolición progresiva
de la esclavitud. También es posible que la oposición de Estados Unidos y Gran
Bretaña influyesen en la orden de Bolívar a Santander en 1826 de no liberar
ambos territorios. Asimismo, se observa cómo la iniciativa de planear la
liberación de Cuba y Puerto Rico vino de otros líderes, como Santander, y no
del propio Bolívar.
Los
textos estudiados nos muestran que para 1825 – 1827, la prioridad del
Libertador era obtener el reconocimiento de España y por tanto la paz, siendo
entonces la posibilidad de ataque sobre Cuba y Puerto Rico más una medida de
presión para lograr que España se rindiera, que un plan real para expandir el
territorio de la República.
También
es indicio de que dicha operación militar no era la prioridad de Bolívar, el
hecho de que frente a la crisis económica de 1826, el Libertador no dudara en
disminuir sustancialmente el pie de fuerza y el poder de fuego de la armada a
fin de reducir gastos públicos; pues uno de los primeros efectos de tal medida
sería – lógicamente – que se haría inviable cualquier ataque serio sobre Cuba y
Puerto Rico para arrebatárselas a España.
El
hecho de que Bolívar escribiese en enero de 1827 “Es, pues, llegado el momento de que nosotros salgamos al mar y llevemos
la guerra a los españoles arrancándoles primero la isla de Puerto Rico, que nos
servirá de escala para ir a La Habana si acaso nos conviene.” nos muestra
su poco dominio de lo naval. En efecto, a pocas semanas de una serie de
decretos que casi hacían desaparecer la escuadra, no podía planearse y
ejecutarse a toda prisa una operación como un asalto anfibio sobre Puerto Rico.
Solo un hombre con muy poco conocimiento del complejo que hacer naval pudo
pensar así. Es muy posible que, tal como Napoleón antes que él, Bolívar
ignorara los tiempos y complicaciones ligados a preparar y una fuerza naval
para una operación como la de trasladar un ejército expedicionario a Cuba y
Puerto Rico. A diferencia del ejército, cuyas tropas podían ser licenciadas y
poco después convocadas sin comprometer demasiado su apresto; la escuadra no
podía alistarse en pocos días para cruzar el Caribe y combatir, si poco antes
sus buques habían sido desarmados, almacenados los equipos, armamento y
municiones, y si las tripulaciones y oficiales – la mayoría extranjeros –
habían sido prácticamente enviados a casa sin paga.
Podemos
concluir entonces que buena parte del mito historiográfico de que el Libertador
tuvo entre sus metas prioritarias la liberación de Cuba y Puerto Rico carece de
basamento documental. Observamos más bien que dicho proyecto estuvo sujeto a
elementos de tipo estructural y coyuntural, que condicionaron su ejecución y
que finalmente evitaron su materialización, siendo más bien un objetivo
secundario para Bolívar.
Fuentes Documentales:
Fuerzas Armadas de
Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio
(Tomo 5: De la Batalla de Ayacucho a la disolución de la Gran Colombia,
1822-1830). Caracas, Presidencia de la República, 1963-1969.
Fuentes Bibliográficas:
De
la Reza, Germán A. Documentos sobre el
Congreso Anfictiónico de Panamá. Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho y
Banco Central de Venezuela, 2010
Jiménez
López, Hadelis. Lino de Clemente y
Palacios. Forjador de la Fuerza Armada Nacional. Caracas, Editorial
Tecnocolor, 2006
Larrazábal,
Felipe. Simón Bolívar. Vida y Escritos
del Libertador (Tomo III). Caracas, Ediciones de la Presidencia de la
República, 2001
Leuchsenring,
Emilio Roig de. Bolívar,
el Congreso interamericano de Panamá, en 1826, y la independencia de Cuba y
Puerto Rico. La Habana, Oficina del Historiador
de la Ciudad, 1956.
Fuentes Electrónicas:
Archivo del Libertador. http://www.archivodellibertador.gob.ve/
[1]
Véase como ejemplo: Larrazábal, Felipe. Simón
Bolívar. Vida y Escritos del Libertador (Tomo III), pp. 127 - 128
[2]
Leuchsenring, Emilio Roig de. Bolívar, el Congreso interamericano de Panamá, en
1826, y la independencia de Cuba y Puerto Rico,
pp. 110 - 111
[4]
Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo
XIX — textos para su estudio (Tomo 5:
De la Batalla de Ayacucho a la disolución de la Gran Colombia, 1822-1830),
pp. 347
[5] Ibídem, pp. 147 - 148
[6]
Jiménez López, Hadelis. Lino de Clemente
y Palacios. Forjador de la Fuerza Armada Nacional, pp. 150 – 151
[7] Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio
(Tomo 5: De la Batalla de Ayacucho a la
disolución de la Gran Colombia, 1822-1830), pp. 151 - 153
[8] Ibídem, pp. 168 - 169
[9]
Documento 1260, Archivo del Libertador. http://www.archivodellibertador.gob.ve/
[10] Documento 1265, Archivo
del Libertador. http://www.archivodellibertador.gob.ve/
[11] Fuerzas Armadas de Venezuela en el siglo XIX — textos para su estudio
(Tomo 5: De la Batalla de Ayacucho a la
disolución de la Gran Colombia, 1822-1830), p. 250
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